JUAN ZANQUILARGO
Cuando cuidaba a mis abejas se me escapó una y yo empecé a buscarla debajo de tejicas y canales
y al final la encontré debajo de una tejica.
Y tanta rabia me dio que le pegué un pisotón y echó 100 arrobas de miel.
Y yo venga a comer miel…venga a comer miel…ya no podía más!
Me eché la mano al sobaco, me saqué un gran piojo e hice un gran pellejo.
Me faltaba una soga.
Me arranqué uno de mis lindos cabellos e hice una soga.
Me faltaba quién me ayudara a cargar.
Pegué un pisotón en el suelo y salió un gran ratón gritando:
¡Por dios Juan! No me mates! Yo te ayudaré a cargar!
Cuando estaba llegando a casa vino mi madre corriendo a buscarme con la mantilla y el velo diciéndome:
¡Juan! Que ha venido el cura y dice que vayas a misa.
Cuando iba entrando por la puerta de la iglesia estaba el cura diciendo:
¡Amenitoooo lobipoooo!!!
Y yo entendí que me cagara en sus hocicos.
Me arremangué las bragas hasta la cintura y llené la iglesia hasta la tribuna.
La gente se subía por los altares,
los monaguillos se escondían por los agujeros
y el cura gritaba:
¡Echad a ese hombre!! ¡Qué está loco!
Y yo entendí que había cagao poco.
Me arremangué las bragas hasta las orejas y llené la iglesia hasta las tejas.
Y yo, como soy Juan Zanquilargo pegué una zancada y me subí al campanario.
En el campanario había una vieja tocando el pandero y me dijo:
¡Adiós Pedro!
Y yo entendí que me tirara un pedo.
Y tan grande fue el pedo que mandé a la vieja y al pandero más allá de Villarobledo.
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